miércoles, 27 de abril de 2016

¿Dónde están mis amigos los chilenos?

¿Dónde están mis
amigos los chilenos?
Jesucristo_en_balsa_REB

Por: Gerardo Rehuel Sánchez

Miembro de la Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días
(Ver video al final)


Por: Gerardo Rehuel Sánchez
Para: www.perumagiayencanto.com
y para: http://hermanomormon.blogspot.com/

Abril 27 del 2016
Miami, Florida.



Biblia: Efesios 2:19-20:

19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos
con los santos, y miembros de la familia de Dios;

20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo
la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo

Hace aproximadamente nueve años llegué a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el barrio de North Miami Beach, Florida, Estados Unidos, la Iglesia estaba llena de miembros hispanos de varias nacionalidades, los que más abundaban eran las familias chilenas, confieso me que me sentí algo incómodo con tantos chilenos a mi alrededor, con el problema que existe entre peruanos y chilenos y el odio que muchos se manifiestan los unos a los otros, pensé que yo podría ser rechazado por alguno de ellos, pero que equivocado estaba yo, al poco tiempo me pude dar cuenta que allí, ninguno es peruano, ni chileno, nadie era extranjero, todos teníamos la misma nacionalidad, “El Cielo” co- habitantes con nuestro Salvador Jesucristo era nuestra tierra, allí encontré amor, paz, progreso, encontré una verdadera familia amorosa, familia de la que ahora yo era miembro y no soy chileno, ni peruano, soy cristiano

Recuerdo a la familia Fernando y Mónica Sánchez, la familia del Obispo Carlos Moya y su esposa, Jaime Ramírez Jr. Y familia, Jaime Ramírez Sr. Y esposa, Hermano Víctor Palaviccino y familia y otras familias más, todas chilenas y juntas eran más de 20 personas, eso sin contar los niños.

Fueron mis grandes amigos y maestros espirituales, me enseñaron verdades que yo desconocía, aquí no existe el odio ni el rencor, nadie se insulta, nadie es mayor ni superior que el otro, todos somos iguales, no importa el país de donde vengamos, todos nos amamos y nos ayudamos por igual.

Pero, lamentablemente la comunidad chilena fue disminuyendo poco a poco, algunos fallecieron, otros se mudaron para otra ciudad, algunos regresaron a su país de origen….Por eso, aunque ya no somos extranjeros, con cariño y respeto los recuerdo y me digo a mi mismo, ¿Dónde están mis amigos los chilenos?.
 
Me queda la satisfacción de que a todos mis amigos y familiares los volveré a ver, algún día en las Manciones Celestiale, al lado de nuestro Salvador Jesús.

A continuación publicamos parte del mensaje que dio el Obispo Gerald Caussé, Primer Consejero del Obispado Presidente:


Ya no sois extranjeros

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Por el obispo Gérald Caussé

Primer Consejero del Obispado Presidente

"En esta Iglesia no existen extranjeros ni marginados,
sólo hay hermanos y hermanas".


En alguna que otra ocasión, la mayoría de nosotros se ha encontrado en una situación nueva en la que se sentía extraño e inseguro. Algo así le sucedió a nuestra familia hace unos cinco años, después de que el presidente Thomas S. Monson me extendiera el llamamiento para servir como Autoridad General de la Iglesia. Ese llamamiento nos obligó a irnos del hermoso lugar del que tanto habíamos disfrutado durante dos décadas. Mi esposa y yo aún recordamos la reacción inmediata de nuestros hijos cuando se enteraron del cambio. Nuestro hijo de 16 años exclamó: “No hay ningún problema; ¡ustedes vayan, yo me quedo!”.

No tardó en decidir acompañarnos y aceptó fielmente esta nueva oportunidad que se presentaba en su vida. Vivir en lugares nuevos durante los últimos años se ha convertido en una experiencia placentera y de aprendizaje para nuestra familia, en especial gracias a la cálida acogida y la bondad de los Santos de los Últimos Días. Al haber vivido en diversos países, hemos llegado a apreciar que la unidad del pueblo de Dios en toda la tierra es algo real y tangible.

Mi llamamiento me ha llevado a viajar por muchos países y me ha concedido el gran privilegio de presidir muchas reuniones. Al observar las diversas congregaciones, a menudo veo a miembros que representan a distintos países, lenguas y culturas. Un aspecto maravilloso de nuestra dispensación del Evangelio es que no se limita a un área geográfica, ni a un grupo de naciones; es mundial y universal, y nos prepara para el retorno glorioso del Hijo de Dios al congregar “a sus hijos de las cuatro partes de la tierra”1.

Aunque el número de miembros de la Iglesia aumenta en su diversidad, nuestra herencia sagrada trasciende nuestras diferencias. Por ser miembros de la Iglesia se nos admite en la casa de Israel; nos convertimos en hermanos y hermanas, herederos igualitarios del mismo linaje espiritual. Dios prometió a Abraham que “cuantos reciban este evangelio serán llamados por [su] nombre; y serán considerados [su] descendencia, y se levantarán y [lo] bendecirán como padre de ellos”2.

Todo el que llega a ser miembro de la Iglesia recibe una promesa: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios”3.

La palabra extranjero procede de la palabra latina extraneus, que significa “exterior” o “de afuera”. Por lo general, designa a alguien que es “forastero” por varias razones, ya sea por su origen, su cultura, sus opiniones o su religión. Como discípulos de Jesucristo que se esfuerzan por estar en el mundo pero no ser del mundo, a veces nos sentimos como forasteros. Nosotros, mejor que muchos otros, sabemos que ciertas puertas pueden llegar a cerrarse para aquellos a los que se considera diferentes.

A lo largo de la historia, el pueblo de Dios ha recibido el mandamiento de cuidar de los extranjeros o de aquellos vistos como diferentes. En la antigüedad, existía la misma obligación de hospitalidad para un extranjero como para una viuda o un huérfano. Al igual que ellos, el extranjero se hallaba en una situación de gran vulnerabilidad, y su supervivencia dependía de la protección que recibiera de la población local. El pueblo de Israel recibió instrucciones precisas a este respecto: “Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que peregrine entre vosotros; y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”4.

Durante Su ministerio terrenal, Jesús fue un ejemplo de alguien que fue más allá de la simple obligación de hospitalidad y tolerancia. Los excluidos sociales, los que eran rechazados y considerados impuros por los que se creían superiores, recibieron Su compasión y respeto; recibieron una parte igual de Sus enseñanzas y Su ministerio.

Por ejemplo, el Salvador rompió con las costumbres de Su época al dirigirse a una mujer samaritana y pedirle un poco de agua; se sentó a comer con publicanos y recaudadores de impuestos; no vaciló en acercarse al leproso, tocarlo y sanarlo. Admirado por la fe del centurión romano, dijo a la multitud: “De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe”5.

Jesús nos ha pedido que observemos la ley del amor perfecto, el cual es un don universal e incondicional, y dijo:

“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?

“Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?

“Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”6.

En esta Iglesia no hay extranjeros ni marginados, sólo hay hermanos y hermanas. El conocimiento que tenemos de un Padre Eterno nos ayuda a ser más sensibles a la hermandad que debiera existir entre todos los hombres y mujeres de la tierra.

 

Testifico que nadie es extranjero para nuestro Padre Celestial. No hay nadie cuya alma no sea valiosa para Él. Junto con Pedro, testifico que “Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace lo justo”9.

Ruego que cuando el Señor reúna a Sus ovejas en el último día, pueda decirnos a cada uno de nosotros: “Fui forastero, y me recogisteis”.

Entonces nosotros le preguntaremos: “¿Cuándo te vimos forastero y te recogimos?”.

Y Él nos responderá: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”10.

En el nombre de Jesucristo. Amén.

VIDEO:

YA NO SOIS EXTRANJEROS - MENSAJES SUD
 
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