sábado, 16 de septiembre de 2017

Nuestras experiencias con el huracan Irma en Miami 2017.


NUESTRA EXPERIENCIA PERSONAL CON
EL HURACAN “IRMA” EN MIAMI, FLORIDA.


Huracán Irma en Miami Beach, Florida.
Miami despertó este lunes con los estragos del paso del huracán Irma. Decenas de árboles yacían en el suelo impidiendo el paso de vehículos y personas en las areas urbanas del condado, mientras que más de 800,000 hogares permanecen sin electricidad.

Y no comprendieron hasta que
 vino el diluvio y se los llevó a todos, así será
 también la venida del Hijo del Hombre”.

Mateo 24:39 

En varios versículos de la Biblia, El Señor nos habla y previene sobre la fuerza y el poder de su naturaleza.

Escribe: Gerardo Rehuel Sánchez
Miami, Florida. Estados Unidos.
Septiembre, martes 12 del 2017.

En la Biblia se exponen dos verdades fundamentales acerca de Dios, nuestro Padre Dios y Creador.

La primera: él es el Creador y, por tanto, tiene poder y autoridad para controlar las fuerzas naturales de la Tierra (Revelación [Apocalipsis] 4:11).

La segunda:  En 
Malaquías 3:6, Dios asegura: “Yo soy Jehová; no he cambiado”.  Teniendo esto presente, existen dos situaciones del pasado, una relacionada con un diluvio y otra, con una sequía. Veremos que, en tiempos bíblicos, cuando Dios se valía de las fuerzas naturales para ejecutar un castigo, siempre proporcionaba: 1) una advertencia, 2) una razón, y 3) protección para sus siervos obedientes.

  Esta fotografía es de la parte trasera
de mi apartamento, es mi patio.

El diluvio universal

Décadas antes del Diluvio, Jehová reveló a Noé: “En cuanto a mí, aquí voy a traer el diluvio de aguas sobre la tierra para arruinar [...] a toda carne” (Génesis 6:17). Noé, que era un “predicador de justicia”, advirtió a sus contemporáneos, pero ellos “no hicieron caso” (2 Pedro 2:5; Mateo 24:39).
 
 
Mi árbol de mangos se quedó hasta casi
sin hojas, pero sé que se restablecerá.
Bueno, mi experiencia personal en relación al Huracán “Irma” tiene que ver mucho con los textos mencionados arriba, el Señor es el mismo, ayer, hoy y siempre.

 

Todo el día sábado 9, los fuertes vientos huracanados movían los arboles de un lado para el otro, la gente se encerró en su casa o se fue a algún refugio, ya no habían comercios abiertos al público, pero nosotros nos preparamos con tiempo y compramos agua y comida suficiente para no sufrir por falta de abrigo y comida, se fue la luz como a las 6 de la tarde, no electricidad es no tener  aire acondicionado, eso para nosotros es mortal, días después, murieron varias personas en los asilos de ancianos porque todavía no tenían luz, hoy es sábado 16 y aún siguen muchos miles de hogares sin electricidad.




Esta es la parte de al lado de mi apartamento.

Estudiamos las escrituras y oramos mucho, el viento se calmó para nosotros y pudimos salir afuera y sentarnos cerca de la puerta, ya que el calor era muy fuerte dentro de la casa.
El estudiar la Palabra de Dios y orar mucho fue la
clave de nuestra paz en medio del huracán Irma.
 
Para los hombres de fe no es raro, nosotros sentados en calma, y a tres metros de distancia el huracán, en pleno apogeo con sus potentes vientos  rompían árboles, volaban grandes láminas de metales poniendo en peligro las casas de los vecinos.



Antes de irse la luz, la familia Gutiérrez y yo atendíamos con
mucha expectativa los anuncios del huracán, ya Toby, (mi gatito
que ya creció) sentía que algo andaba mal, maullaba mucho,
pedía comida y estaba muy intranquilo.
Dentro de todo esto, lo pasamos bien, sacamos fuerza de nuestro ser interno y nos entretuvimos cocinando todos los días y comiendo agradable.


  Con los últimos mangos de mi árbol preparé helados,
los cuales disfrutamos muy bien.  

Ahora, esto se convirtió en un testimonio vivo para mí, testimonio que siempre tendré presenta para agradecer a Nuestro Dios por darnos su protección y todo su amor
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Yliann Gutiérrez Muñoz.- 13 años, natural de Venezuela: Esta es mi primera experiencia con un huracán:

Pensamos que iba  a ser más fuerte el impacto del huracán Irma, pero, estuvimos muy seguros y solo había poca lluvia y se cayeron algunas ramas de los árboles, sé que cerca de aquí si hubo bastantes afectados pero aquí donde nos reguardamos solo se fue la luz y no paso mayor cosas grandes.
 
Dios es la mayor fuerza que yo conozco, nadie, nadie podría protegernos mejor que Él.
Porque somos muy creyentes en Dios y todo el tiempo nos mantuvimos haciendo muchas oraciones Para QUE NOSOTROS, NUESTROS VECINOS, FAMILIARES Y AMIGOS ESTUBIERAMOS BIEN
 
Para el domingo, Yliann nos preparó unos ricos  panqueques y para el
lunes nos hizo esta riquísima ensalada de frutas, como ven, disfrutamos
el huracán, por supuesto con mucha precaución.
 
 
Madre e hija, ambas son muy buenas cocineras, en las fotos
están preparando y comiendo la ensalada de frutas.

 
 Había fuerte lluvia, Doy gracias  Dios porque estamos bien y  nuestros vecinos también.

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Ildemaro Gutiérrez, natural de Venezuela y padre de  Yliann Gutiérrez manifestó lo siguiente:
Quiero destacar dos aspectos con respecto a esta temporada del huracán Irma;

1ro. Fuimos a la casa del Hermano Gerardo Rehuel Sánchez como refugio por el huracán Irma   el Hno. Rehuel nos invitó y nos recibió muy bien y nos atendió como para que nos sintiéramos como en nuestra casa.

2do. Vimos continuamente la Mano de Nuestro Señor Jesucristo protegiéndonos del huracán Irma, pudimos observar cerca de la casa las fuertes lluvias, fuertes vientos que doblaban los árboles de un lado hacia el otro y aun así al abrir la puerta de la casa ni siquiera penetraba en el hogar ni una gota de  lluvia ni viento, pareciera como si un protector especial estuviera presente para protegernos en la jornada de tres días continuamente estuvimos en oración por nosotros, nuestra familia, vecinos y por los amigos y hasta ahora no tenemos noticias de que ninguno de ellos haya sufrido ningún percance, la jornada la hemos pasado con cierto temor pero en paz y con gran confianza en nuestro Señor Jesucristo y si gran protección para nosotros  sus hijos.

Tuvimos bonitas experiencias al preparar nuestras comidas durante tres días ya que sin planificación ninguna fuimos preparándolas y nos resultaron esplendidas, unas las prepare yo, otras mi esposa y otras por el hermano Rehuel y hasta mi hija nos deleitó con algunos desayunos.  

 Aquí, comiendo mi "Arroz Huracán Irma" y tomando
mi cafecito bien calientito, ¿cómo?
, ¿café?, no se
preocupen decimos café pero en realidad es un
producto de arroz y cebada molida, se llama
"pero" y no es café.
Gracias Dios por habernos protegido y enseñarnos que si confiamos en Ti, mediante la fe y oración nos mandaras el Espíritu Santo y la protección en todo momento de tormenta o padecimientos. “Después de la tormenta viene la calma, viene la paz”.
Disfrutando de una rica coliflor saltada,
estilo Perú y las papas a la huancaína,
estábamos casi todos, solo faltaba Ud.
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Ana Yenith Muñoz de Gutiérrez
, esposa del Hno. Ildemaro Gutiérrez, natural de Colombia nos contó su experiencia sobre el huracán Irma:

Salimos de casa, ya se había ido la luz, estaba muy caliente el día, en principio habíamos pensado acudir a los refugios para precavernos del huracán Irma, esta sería nuestra primera experiencia en cuanto a huracanes y tornados, pero el Hno. G. Rehuel nos invitó a su casa para refugiarnos. Para saber  a dónde ir  decidimos orar y después de esto analizamos el pro y el contra de cada lugar, al final fuimos  a la casa del Hno. Rehuel como a las 6:00 PM. del viernes, el Hno. nos recibió muy bien.
Esa misma noche cenamos arroz con huevos fritos.   
Escuchamos las noticias, estábamos asustados por lo que pasaba y decidimos orar en varias ocasiones pidiéndole al Señor  Protección para nosotros y para toda la Florida y si era su voluntad desviar el huracán hacia otra parte sin hacer daño a nadie (y así fue, el huracán cambio de rumbo y solo llegó con   categoría 2, (se suponía que llegaría como el destructor de categoría  5)  La tormenta trajo mucha fuerza de viento y lluvia, pero a nosotros nunca nos impactó  a pesar de que estábamos afuera debido al calor, ya no teníamos luz no funcionaba el aire acondicionado y el calor era insoportable.

El lunes y sin comunicación, no sabíamos nada de lo que había pasado en Miami, nadie sabía nada, sin luz no podíamos ver las noticias de la televisión, el hermano Rehuel invento una comida deliciosa que le pusimos por nombre “Arroz huracán Irma” (es un arroz al estilo “conlo”, que quiere decir “con lo que hay para cocinar’)…almorzamos bien y hasta Toby, el gatito, se sintió mejor y nos acompañó a comer en el patio.  Comimos al aire libre durante tres dias.
 
Arroz Huracan Irma, riquisimo y algo picantito.


Gerardo Rehuel Sánchez, comiendo
en la parte trasera de la casa.

Había 80% de hogares sin luz en el Estado   de la Florida La mano del Señor nos tocó. 
  

Finalmente, la luz regresó el lunes 11 a las 6 de la mañana, existen muchos lugares en Miami donde todavía no les llaga la electricidad. Siempre debemos aferrarnos al Señor.

 
 Helados de mangos
 
 

 Para terminar, el dia martes, Rehuel preparó un rico
"Arroz Chaufa", con camarones, cerdo, res. pollo
y muchas cosas más

Gracias Dios, muchas gracias por cuidarnos, te amamos.
Al final, madre e hija cantaron una canción en honor a su amada Venezuela. Gracias y que Dios les bendiga. Si les gustó denos un
"me gusta" en facebook. Gracias y que Dios les bendiga.
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martes, 11 de julio de 2017

Perdernos en el servicio a los demás

Capítulo 14:
 Perdernos en el servicio a los demás

Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Gordon B. Hinckley
, 2016

“Que el significado verdadero del Evangelio destile hacia nuestro corazón, para que nos demos cuenta de que esta vida, que Dios nuestro Padre nos ha dado, ha de ser dedicada al servicio de los demás”.
De la vida de Gordon B. Hinckley


“Ustedes pueden aligerar la carga
de muchísimas personas”.
                                                             
El joven élder Gordon B. Hinckley pasó unas primeras semanas muy difíciles como misionero de tiempo completo en Inglaterra. Estaba enfermo cuando llegó, y sus tentativas de predicar el Evangelio fueron repetidamente rechazadas. Durante aquel tiempo difícil, fue bendecido con lo que más tarde llamaría su “día de decisión”, una experiencia que influyó en su servicio durante el resto de su vida.
“Me sentía desanimado”, recordaba. “Le escribí una carta a mi buen padre para decirle que creía que yo estaba perdiendo el tiempo y desperdiciando su dinero. Él no solo era mi padre, sino también mi presidente de estaca, y asimismo un hombre sabio e inspirado. Me respondió con una carta muy breve, en la que decía: ‘Querido Gordon: Recibí tu última carta y tengo solo una sugerencia: Olvídate de ti mismo y ponte a trabajar’. Horas antes, esa misma mañana, durante nuestra clase de estudio de las Escrituras, mi compañero y yo habíamos leído estas palabras del Señor: “Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará” (Marcos 8:35).

“Aquellas palabras del Maestro, seguidas por el consejo de mi padre de olvidarme de mí mismo y entregarme a la obra, llegaron a lo más recóndito de mi alma. Con la carta de mi padre en la mano, entré al dormitorio de la casa en la que vivíamos, en 15 Wadham Road, me arrodillé e hice una promesa al Señor. Hice convenio con Él de que me esforzaría por olvidarme de mí mismo y me perdería en su servicio.
“Ese día de julio de 1933 fue mi día de decisión. Mi vida se vio inundada de una nueva luz y mi corazón de un júbilo antes desconocido para mí”.

Aquella luz nunca abandonó la vida de Gordon B. Hinckley. Desde aquel día, se dedicó al Señor mediante el servicio a los demás. El presidente Henry B. Eyring enumeró durante el funeral del presidente Hinckley varias de sus aportaciones: Edificar templos por toda la tierra, establecer los templos pequeños para acelerar la obra del templo, poner en marcha el Fondo Perpetuo para la Educación y construir el Centro de Conferencias. Entonces dijo:
“Su legado personal va más allá de esta breve lista y de mi poder para describirlo, pero sus logros tienen por lo menos una cosa en común: Siempre tuvieron como fin bendecir a las personas con oportunidades. Siempre pensó en los menos privilegiados, en la persona común y corriente que lucha por hacer frente a las dificultades cotidianas y a los retos de vivir el evangelio de Jesucristo. En más de una ocasión me tocó el pecho con el dedo al hacer yo una sugerencia, y dijo: ‘Hal, ¿has tenido en cuenta a las personas necesitadas?’”.

“Deseo estar activo y trabajar”, dijo el presidente Hinckley. “Quiero enfrentar cada día con resolución y propósito; quiero emplear todas mis horas activas en dar ánimo, en bendecir a los que soportan cargas pesadas, en aumentar la fe y fortalecer el testimonio”.

“Si afirmamos adorar y seguir al Maestro, ¿no debemos esforzarnos por emular su vida dedicada al servicio?”.
Enseñanzas de Gordon B. Hinckley

Nuestra vida es un don de Dios y debe emplearse para servir a los demás.
Existe… mucha pobreza y necesidad extrema por todo el mundo, muchísima rebelión y mezquindad, muchísima suciedad y sordidez, muchísimos hogares rotos y familias destrozadas, muchísimas personas solas que llevan una vida incolora y sin esperanza, muchísima angustia por todas partes.
Por lo tanto, les suplicaré algo. Les ruego que, además de buscar la prosperidad material, también den de ustedes mismos para hacer del mundo un lugar mejor.

Para que el mundo mejore, es indispensable que el proceso del amor cambie el corazón de los hombres. Eso podremos lograrlo si nos olvidamos de nosotros mismos para dar nuestro amor a Dios y a los demás, y si lo hacemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente.
El Señor ha declarado en la revelación moderna: “Y si vuestra mira está puesta únicamente en mi gloria, vuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en vosotros” (D. y C. 88:67).
Al mirar con amor y gratitud hacia Dios, al servirle con la única mira de glorificarle, se alejarán de nosotros las tinieblas del pecado, las tinieblas del egoísmo, las tinieblas del orgullo. Sentiremos un amor más grande por nuestro Padre Eterno y por Su Hijo Amado, nuestro Salvador y Redentor. Adquiriremos mayor conciencia del servicio a nuestros semejantes, pensaremos menos en nosotros mismos y más en ayudar al prójimo.
Este principio del amor es el ingrediente básico del evangelio de Jesucristo

Si afirmamos adorar y seguir al Maestro, ¿no debemos esforzarnos por emular Su vida dedicada al servicio? Nadie puede decir que su vida le pertenece; nuestra vida es un don de Dios. Venimos al mundo no por nuestra propia voluntad, y no salimos de él de acuerdo con nuestros deseos. Nuestros días están contados, no por nosotros mismos, sino de acuerdo con la voluntad de Dios.
Muchos de nosotros utilizamos nuestra vida como si fuera enteramente nuestra. Es nuestra la elección de malgastarla si lo deseamos, pero con ello traicionamos una grande y sagrada confianza.

El Maestro lo aclaró perfectamente cuando dijo:

“Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará” (
Marcos 8:35).

Mis amados hermanos y hermanas, el desafío es grandioso y estamos rodeados de oportunidades. Dios desea que llevemos a cabo Su obra, y que lo hagamos con energía y alegría. Esa obra, según Él la definió, consiste en “socorre[r] a los débiles, levanta[r] las manos caídas y fortalece[r] las rodillas debilitadas” (D. y C. 81:5).

                ¿En qué consiste su obra?

   
Consiste en ministrar a los necesitados, reconfortar a los desconsolados, visitar a la viuda y al huérfano en su aflicción, alimentar al necesitado, vestir al desnudo, albergar a aquellos que carecen de tejado sobre su cabeza. Es hacer lo que hizo el Maestro, quien “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38).
  
Mi mensaje para ustedes hoy… es que tomen la determinación de dedicar una parte de su tiempo, a medida que planifican su trabajo en la vida, a los afligidos y necesitados, sin albergar ninguna expectativa de recompensa. Necesitamos sus habilidades, sean cuales sean. Sus manos auxiliadoras levantarán a alguien de la ciénaga de la angustia. Su voz firme ofrecerá aliento a alguien que de otro modo se habría dado sencillamente por vencido. Sus habilidades podrán cambiarle la vida, de manera notable y extraordinaria, a los que caminan en la necesidad. Si ahora no, ¿cuándo? Si usted no, ¿quién?
Que el significado verdadero del Evangelio destile hacia nuestro corazón, para que nos demos cuenta de que esta vida, que Dios nuestro Padre nos ha dado, ha de ser dedicada al servicio de los demás.
Si rendimos tal servicio, nuestros días se verán llenos de gozo y alegría. Y lo que es más importante, serán consagrados a nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, y a bendecir a aquellos en cuyas vidas influyamos.

El servicio es la mejor medicina para la autocompasión, el egoísmo, la desesperación y la soledad.
Recuerdo haber visitado un campus universitario donde escuché a los jóvenes quejarse de una forma que es muy común a esa edad: quejas en cuanto a la tensión en que se vive durante la época estudiantil, como si el estudio fuera una carga en lugar de una oportunidad de adquirir el conocimiento de la tierra; quejas en cuanto a la vivienda y la comida .
Les dije a los jóvenes que si las tensiones de la universidad eran demasiado pesadas y que si se sentían inclinados a quejarse en cuanto a la vivienda y la comida, yo podía sugerirles una cura a sus problemas. Les sugerí que dejaran a un lado los libros durante unas horas, salieran de su habitación y fueran a visitar a alguna persona anciana que estuviera sola, o alguien enfermo y desanimado. En muchas ocasiones me he dado cuenta de que cuando nos quejamos de la vida es porque solo estamos pensando en nosotros mismos.
Durante muchos años había un letrero en la pared de un taller de reparación de calzado al que yo iba que decía: “Me quejaba porque no tenía zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies”. La medicina más eficaz para la enfermedad de la autocompasión es dedicarnos enteramente al servicio de los demás.

Creo que, para la mayoría de nosotros, la mejor medicina para la soledad es el trabajo y el servicio en beneficio de los demás. No minimizo sus problemas, pero no dudo en decir que hay muchas otras personas cuyos problemas son más graves que los suyos. Procuren servirles, ayudarles, animarles. Hay muchísimos jóvenes y jovencitas que fracasan en los estudios por carecer de un poco de atención personal y de ánimo. Hay muchísima gente mayor que vive en la tristeza, la soledad y el temor, a quienes una simple conversación llevaría un poquito de esperanza y luz…
Hay muchísimas personas que se han visto lastimadas y que necesitan de un buen samaritano que les vende las heridas y les ayude en su camino. Un pequeño acto de bondad puede suponer una gran bendición para alguien afligido, y un dulce sentimiento para el que se haga su amigo.

Ustedes pueden aligerar la carga de muchísimas personas. Estamos rodeados de personas sin hogar, que pasan hambre y que son indigentes. Hay ancianos que se encuentran solos en asilos. Hay niños discapacitados, jóvenes enganchados a la droga, personas enfermas y confinadas en casa que claman por una palabra bondadosa. Si no lo hacen ustedes, ¿quién lo hará?
¿Cuál es la mejor medicina para los males?
        El mejor antídoto que conozco para la preocupación es el trabajo. La mejor medicina contra la desesperación es el servicio. La mejor cura para el agotamiento es el desafío de ayudar a alguien que esté más cansado todavía.

¿Qué es lo que hace felices a los misioneros? Es el hecho de que se pierden en el servicio a su prójimo.
¿A qué se debe que los que obran en los templos son felices? A que esa obra de amor que efectúan está en completa armonía con la gran obra vicaria del Salvador de la humanidad. Esas personas no piden que se les den las gracias por lo que hacen, ni tampoco lo esperan. En su mayoría, lo único que saben es el nombre de la persona fallecida a cuyo favor obran.
Expresen los nobles deseos que anidan en su corazón de extender la mano para consolar, apoyar y edificar a los demás. Al hacerlo, les abandonará el corrosivo veneno del egoísmo, y en su lugar quedará un sentimiento dulce y maravilloso que no parece poder obtenerse de ninguna otra manera.

“Ustedes pueden aligerar la carga
 de muchísimas personas”.
 
Cuando extendemos la mano para servir a los demás, nos encontramos a nosotros mismos.
Hace varios años, en una mañana dominical, me encontraba en la casa de un presidente de estaca, en un pequeño pueblo de Idaho. Antes de la oración matutina, toda la familia se reunió para leer unos versículos de las Escrituras, entre ellos unas palabras de Jesús que se encuentran registradas en Juan 12:24: “De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”.
Sin duda alguna el Maestro se estaba refiriendo a Su propia muerte que habría de venir, declarando que a menos que Él muriera, Su misión en la vida sería mayormente en vano. Sin embargo, para mí esas palabras contienen un significado adicional; me parece que el Señor nos está diciendo a cada uno de nosotros que a menos que nos perdamos a nosotros mismos en el servicio a nuestros semejantes, estamos viviendo una vida sin gran propósito. Y continuó diciendo: “El que ama su vida la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 12:25); o como se encuentra en Lucas: “Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará” (Lucas 17:33). En otras palabras, aquel que solo se preocupa por sí mismo se marchita y muere, mientras que aquel que se olvida de sí en el servicio a sus semejantes evoluciona y progresa, tanto en esta vida como en la eternidad.

Esa mañana en la conferencia de estaca, el presidente con quien yo había estado fue relevado después de trece años de haber servido fielmente. Hubo grandes manifestaciones de amor y aprecio hacia él, no por su riqueza material ni por su prominencia en la comunidad empresarial, sino por el gran servicio que había prestado en forma tan desinteresada. Sin ningún deseo de obtener beneficio personal, había recorrido miles y miles de kilómetros bajo todas las condiciones climáticas, y literalmente había pasado miles de horas al servicio de los demás. Había dejado a un lado sus asuntos personales para ayudar a quienes necesitaban de su ayuda, y al hacerlo se había convertido en alguien muy especial para aquellos a quienes había servido.

Hace años leí la historia de una joven maestra que fue a trabajar a una escuela de zona rural. Entre los alumnos de su clase se encontraba una niña que no había avanzado en los estudios y seguía sin avanzar. No sabía leer; provenía de una familia de escasos recursos económicos, la cual no podía llevarla a la ciudad para pasar un reconocimiento médico mediante el cual se pudiera establecer si padecía de algún mal que pudiera remediarse. Entonces, pensando en que acaso la dificultad de la niña para aprender se debiera a que no veía bien, la joven maestra dispuso lo necesario para llevarla al oculista, corriendo ella misma con los gastos. El facultativo descubrió un defecto visual que se corrigió con lentes (anteojos), gracias a lo cual todo un mundo nuevo se abrió ante ella. Por primera vez, pudo ver con claridad las palabras que tenía ante ella. El salario de esa maestra rural era reducido, pero con lo poco que tenía, hizo una inversión que cambió por completo la vida de una alumna que no podía abrirse paso; al hacerlo, también halló una nueva dimensión en su propia vida.

Al servir, una nueva dimensión se agregará a sus vidas; forjarán nuevas amistades que les servirán de aliciente, hallarán amistad e intercambio social. Crecerán en conocimiento, comprensión y sabiduría, y su capacidad para servir aumentará.

Testifico que a medida que cada uno de ustedes extienda la mano para servir a los demás, se encontrará a sí mismo y llegará a bendecir grandemente el mundo en el que vive.

La Iglesia brinda muchas oportunidades para prestar un servicio desinteresado.
Hermanos y hermanas, nunca serán felices si viven pensando únicamente en ustedes mismos. Piérdanse en la mejor causa del mundo: la causa del Señor, la labor de los cuórums y de las organizaciones auxiliares, la obra del templo, la labor del servicio de bienestar, la obra misional. Bendecirán su propia vida al bendecir la de otras personas.

No hay en todo el mundo otra obra tan llena de felicidad como lo es esta obra. Esa felicidad es distintiva. Proviene del servir a los demás. Es real; es única; es maravillos.

“Al servir, una nueva dimensión se agregará a su vida”.
Permitan que la Iglesia sea su querida amiga; dejen que sea su gran compañera. Presten servicio en dondequiera que se les llame a servir; hagan lo que se les pida. Todo llamamiento que se les dé ampliará su capacidad. Yo he desempeñado muchas responsabilidades en esta gran organización. Cada llamamiento trajo consigo su propia recompensa.
Esto… requerirá su desinteresada devoción, su inquebrantable lealtad y fe. Ustedes servirán en muchos llamamientos antes de que su vida termine. Algunos de ellos parecerán muy insignificantes, pero no hay ningún llamamiento insignificante o sin importancia en esta Iglesia. Todo llamamiento es importante; todo llamamiento es necesario para el progreso de la obra. Nunca menosprecien un llamamiento en la Iglesia…
Hagan lugar en su vida para la Iglesia; permitan que el conocimiento que tienen de la doctrina crezca; permitan que crezca su comprensión de la manera en que está organizada; permitan que el amor que sienten por sus verdades eternas se vuelva cada vez más fuerte.
Puede ser que la Iglesia les pida que se sacrifiquen; tal vez les pida que den lo mejor de lo que tengan para ofrecer. En esto no habrá costo alguno, porque ustedes descubrirán que se convertirá en una inversión que les reportará dividendos durante el resto de sus días. La Iglesia es el gran repositorio de verdades eternas; alléguense y aférrense a ella.

¿Desean ser felices? Olvídense de ustedes mismos y piérdanse en esta gran causa. Empleen sus esfuerzos en ayudar a las personas. Cultiven un espíritu de perdón en su corazón hacia cualquier persona que pueda haberles ofendido. Miren al Señor y vivan y trabajen para elevar y servir a Sus hijos e hijas. Si lo hacen, llegarán a conocer una felicidad que nunca experimentaron anteriormente. No me importa si son muy viejos o muy jóvenes ni nada de eso; tienen la capacidad de elevar y ayudar a otras personas. El cielo sabe que hay muchas, muchas, muchísimas personas en este mundo que necesitan ayuda.

Verdaderamente, son muchísimas. Eliminemos de nuestra vida la actitud corrosiva y egoísta, mis hermanos y hermanas; estemos algo más erguidos y alcancemos un nivel un poco más alto en el servicio a los demás… Estén más erguidos, elévense más, levanten a aquellos cuyas rodillas estén debilitadas, sostengan en alto los brazos caídos. Vivan el evangelio de Jesucristo y olvídense de ustedes mismos.

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domingo, 11 de junio de 2017

El hogar: El fundamento de una vida recta



El hogar: El fundamento
de una vida recta
 

Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia:
 Gordon B. Hinckley, 2016

“Cuanto más eduquen a sus hijos en los senderos del evangelio de Jesucristo, con amor y metas elevadas, hay mayor probabilidad de que tengan paz en sus vidas”.

De la vida de Gordon B. Hinckley

A finales de 1973, Gordon y Marjorie Hinckley con renuencia (sin muchas ganas de mudarse),  decidieron mudarse de su casa de East Mill Creek, Utah [EE. UU.], a fin de poder vivir más cerca de las Oficinas Generales de la Iglesia de Salt Lake City. El presidente Hinckley, quien en ese entonces era miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, dedicó algo de tiempo en la víspera de Año Nuevo de aquel año a escribir sobre su hogar. Sus palabras revelan lo que sentía por ese lugar, pero aún más, revelan sus sentimientos de una amorosa familia.

“Qué nostálgicos y tristes nos sentimos por tener que partir”, escribió. Rememoró el esfuerzo de la familia para edificar la casa y arreglar los alrededores de la propiedad. Luego sus pensamientos se dirigieron a las relaciones; las del uno con el otro y con Dios:

“Aquí jugamos juntos mientras nuestros hijos crecían y aquí oramos juntos. Aquí, nosotros y nuestros hijos, llegamos a conocer a nuestro Padre Celestial, que Él vive y escucha y responde.

 “Quizá más adelante escriba un libro… no para el mundo, sino para aquellos cinco hijos, sus cónyuges y su posteridad. Y si lograra expresar con palabras la historia de ese hogar, habrá lágrimas y risas; y un silencioso, grande y penetrante espíritu de amor que conmoverá el corazón de los que lean, puesto que quienes vivieron y crecieron allí se amaban el uno al otro, amaban a sus vecinos, y amaban a su Dios y al Señor Jesucristo”.

Durante todo su ministerio, el presidente Hinckley testificó de la importancia de las familias amorosas y fieles. Bajo su dirección, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles promulgaron “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, que el élder M. Russell Ballard, de los Doce, describió como “un llamado resonante para proteger y fortalecer a las familias”. Tras leer la proclamación en la Reunión General de la Sociedad de Socorro de septiembre de 1995, el presidente Hinckley declaró: “La fortaleza de toda nación radica dentro de los muros de sus hogares. Instamos a nuestros miembros, en todo lugar, a fortalecer a su familia de conformidad con estos valores consagrados por el tiempo”.

“Hacemos un llamado a los padres para que dediquen sus mejores esfuerzos a la enseñanza y crianza de sus hijos”.

Enseñanzas de Gordon B. Hinckley

Las relaciones familiares son las más sagradas de todas las relaciones.

La familia es divina. Fue instituida por nuestro Padre Celestial y abarca las más sagradas de todas las relaciones. Únicamente mediante su organización se pueden cumplir los propósitos del Señor.

Somos una iglesia que da testimonio de la importancia de la familia —del padre, de la madre, de los hijos— y del hecho de que todos somos hijos de Dios, nuestro Padre Eterno.

 Los padres que traen hijos al mundo tienen la responsabilidad de amarlos, de nutrirlos y cuidarlos, de enseñarles los valores que bendecirán su vida de modo que crezcan y lleguen a ser buenos ciudadanos… Quiero recalcar aquello con lo que ya están familiarizados, que es la importancia de unir nuestra familia con amor y bondad, con aprecio y respeto, y con la enseñanza de las vías del Señor a fin de que sus hijos crezcan en rectitud y eviten las tragedias que afectan a tantas familias en todo el mundo.

Es fundamental que no desatiendan a su familia. Nada de lo que tienen es más valioso.

Los padres y las madres tienen el privilegio de cuidar de sus hijos y enseñarles el evangelio de Jesucristo.

Hacemos un llamado a los padres para que dediquen sus mejores esfuerzos a la enseñanza y crianza de sus hijos con respecto a los principios del Evangelio, lo que los mantendrá cerca de la Iglesia. El hogar es el fundamento de una vida recta y ningún otro medio puede ocupar su lugar ni cumplir sus funciones esenciales en el cumplimiento de las responsabilidades que Dios les ha dado.

 Estoy convencido de que no hay nada que proporcione mayor éxito en la arriesgada tarea de ser padres que un programa de vida familiar que provenga de la maravillosa enseñanza del Evangelio: que el padre de familia esté investido con el sacerdocio de Dios; que tiene el privilegio y la obligación como mayordomo de los hijos de nuestro Padre Celestial de proveer para sus necesidades; que ha de gobernar su casa con el espíritu del sacerdocio “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero” (D. y C. 121:41); que la madre en el hogar es una hija de Dios, un alma de inteligencia, devoción y amor que puede ser investida con el Espíritu de Dios; que tiene el privilegio y la obligación, como una mayordomía, de cuidar y velar por los hijos de nuestro Padre Celestial, así como de sus necesidades cotidianas; que ella, junto con su esposo, debe también enseñar a sus hijos “a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos… [y] a orar y a andar rectamente delante del Señor” (D. y C. 68:25, 28).

En un hogar así, se ama a los padres y no se les teme; se les aprecia y no se les tiene miedo; y a los hijos se les considera seres muy preciados que da el Señor para cuidar, sustentar, alentar y guiar.

Puede que en ocasiones haya desacuerdos, pequeñas disputas; más si hay oración, amor y consideración en la familia, habrá también un cimiento de afecto que los unirá para siempre, así como lealtad que siempre servirá de guía.

Ahora un consejo para los padres y madres que no tienen cónyuge… [Ustedes] llevan cargas agotadoras al luchar las batallas diarias que acompañan la crianza de los hijos y ver que se cubran sus necesidades. Ese es un deber solitario, pero no tienen que estar completamente solos. Hay muchas personas, hay muchos en esta Iglesia que podrían extender una mano hacia ustedes con delicadeza y comprensión.

Ellos no desean entrometerse donde no se les necesite, sino que
su interés es genuino y sincero, y ellos se bendicen a sí mismos a
la vez que los bendicen a ustedes y a sus hijos. Acepten su ayuda, ellos tienen que brindarla por el bien de ellos y por el de ustedes.

Contamos con miles de buenos obispos en la Iglesia, miles de buenos líderes de cuórum, miles de mujeres maravillosas de la Sociedad de Socorro, tenemos maestros orientadores y maestras visitantes. Ellos son sus amigos, el Señor los ha dispuesto para que les brinden a ustedes su fortaleza y los ayuden; y nunca olviden que el Señor mismo es una fuente de mayor fortaleza que cualquier otra. Me conmovió cierta experiencia que relató… una madre sola, que criaba siete hijos, la cual rogó a su Padre Celestial poder estar con Él aunque solo fuera por una noche, a fin de hallar consuelo y fortaleza para las futuras pruebas. Tierna fue la respuesta que acudió a su mente casi como una revelación: “Tú no puedes venir a mí, pero yo iré a ti”.

Cuanto más eduquen a sus hijos en los senderos del evangelio de Jesucristo, con amor y metas elevadas, hay mayor probabilidad de que tengan paz en sus vidas.

Mediante la oración familiar, los hijos crecen con fe en el Dios viviente.

 Miren a sus pequeñitos. Oren con ellos y por ellos, y bendíganlos. El mundo en el cual ellos viven es muy
complejo y difícil; navegarán en tempestuosos mares de adversidad y necesitarán toda la fuerza y toda la fe que puedan darles mientras todavía estén cerca de ustedes,
 así como también una mayor fuerza que proviene de un poder más alto. Ellos tienen que hacer algo más que conformarse con las circunstancias que hallen; tienen que
elevar el mundo, y los únicos medios que tendrán para hacerlo serán el ejemplo de su propia vida y los poderes de persuasión que emanen de su testimonio y del conocimiento de las cosas de Dios. Necesitarán la ayuda del Señor. Mientras son pequeños, oren con ellos para que lleguen a conocer la fuente de fortaleza que entonces tendrán a su alcance siempre, en todo momento de necesidad.

No sé de ninguna otra práctica que tenga un efecto más saludable en la vida de una familia que la de arrodillarse juntos en oración. Las palabras “Nuestro Padre Celestial” en sí tienen un efecto enorme. Uno no puede pronunciarlas con sinceridad y reconocimiento a menos que se sienta responsable ante Dios…

Las conversaciones diarias con Él brindarán una paz al corazón y una dicha a la vida que no pueden provenir de ninguna otra fuente… El aprecio mutuo crecerá.
Los hijos se verán bendecidos con un sentimiento de seguridad que deriva de vivir en un hogar donde mora el Espíritu de Dios. Conocerán y amarán a padres que se respetan entre sí, y crecerá un espíritu de respeto en su corazón. Sentirán el resguardo de tiernas palabras pronunciadas en forma apacible. Los cobijarán un padre y una madre que, al vivir honradamente para con Dios, viven honradamente entre ellos y para con el prójimo. Madurarán con un sentido de gratitud, al haber escuchado a sus padres expresar agradecimiento en oración por las bendiciones grandes y por las pequeñas. Crecerán con fe en el Dios viviente.

La noche de hogar puede acercar más a los padres y a los hijos al aprender las vías del Señor.


Recuerdo que cuando era niño, de unos cinco años de edad, el presidente Joseph F. Smith anunció a toda la Iglesia que debían

reunir a su familia para efectuar la noche de hogar. Mi padre dijo: “El Presidente de la Iglesia nos ha pedido que lo hagamos y vamos a hacerlo”.

De modo que todos nos reunimos para la noche de hogar. Era entretenido; él decía: “Cantaremos un himno”, pero no éramos muy buenos para cantar… Tan solo intentábamos cantar y nos reíamos el uno del otro. Así hicimos con muchas otras cosas. No obstante, de aquella experiencia surgió algo gradualmente que fue magnífico; una costumbre que nos ayudó, que nos acercó como familia, que nos fortaleció y que cultivó en nuestro corazón la convicción del valor de la noche de hogar.

Estoy agradecido de que como Iglesia tengamos como parte básica de nuestro programa la costumbre de la noche de hogar semanal. Es significativo que en estos ajetreados días miles de familias en todo el mundo hagan un esfuerzo concienzudo por consagrar una noche a la semana para cantar juntos, instruirse los unos a los otros en las vías del Señor, arrodillarse juntos en oración y agradecer al Señor Sus misericordias e invocar Sus bendiciones en nuestra vida, hogar, labores y nación. Creo que no valoramos el inmenso beneficio que proviene de este programa.

Si tienen alguna duda en cuanto a las virtudes de la noche de hogar, pónganla a prueba. Reúnan a sus hijos a su alrededor, enséñenles, compartan su testimonio, lean las Escrituras juntos y pasen un buen momento juntos.

Los padres deben comenzar a enseñar a los hijos cuando son pequeñitos.

 Poco después de que mi esposa y yo nos casamos, edificamos nuestra primera casa. Teníamos muy poco dinero y yo mismo hice gran parte del trabajo. El jardín tuve que hacerlo yo solo.

   
El primero de los muchos árboles que planté fue una acacia negra sin espinas, y visualicé el día en que con su sombra refrescara la casa en el verano. Lo puse en un extremo donde el viento del cañón de las montañas al oriente soplaba con más fuerza. Hice un hoyo, asenté allí las raíces, lo cubrí con tierra, le eché agua y prácticamente me olvidé de él. Era un arbolito pequeño, quizá de unos dos centímetros de diámetro, y era tan flexible que podía doblarlo con facilidad en cualquier dirección. No le presté mucha atención al pasar los años, hasta que un día invernal en que el árbol no tenía hojas, lo vi casualmente al mirar por la ventana; me fijé entonces en que se inclinaba hacia el poniente; que estaba deforme y desequilibrado. No lo podía creer. Salí y traté con todas mis fuerzas de enderezarlo, pero el tronco ya medía casi 30 centímetros de diámetro y mi fuerza no era nada en contra de él. Fui a buscar una polea y una cuerda; después de haber amarrado un extremo de esta al árbol y el otro a un poste firme, tiré de la cuerda.

La polea se movió un poco y el tronco del árbol se estremeció ligeramente, pero eso fue todo. Parecía decirme: “No puedes enderezarme, es demasiado tarde. He crecido así por tu negligencia y no me doblegaré”.

Finalmente, desesperado, tomé la sierra y le corté la rama grande y pesada que daba al oeste. Retrocedí y contemplé lo que había hecho: había cortado gran parte del árbol, dejando una horrible cicatriz de unos veinte centímetros a lo largo y una sola rama que apuntaba hacia arriba.

…Hace poco volví a mirar el árbol; es grande, tiene mejor forma y es un bello adorno para la casa; pero cuán serio fue el trauma de su juventud y cuán doloroso el tratamiento que empleé para enderezarlo. Cuando lo planté, un pedacito de hilo lo hubiera mantenido derecho en contra de la fuerza del viento. Yo habría podido y debí haberle puesto ese hilo con tan poco esfuerzo; pero no lo hice, y se dobló ante las fuerzas que cayeron sobre él.

Los hijos son como los árboles; cuando son jóvenes, se puede moldear y dirigir su vida, por lo general con muy poco esfuerzo. El autor de los Proverbios escribió: “Instruye al niño en su camino; y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él” (
Proverbios 22:6). Esa instrucción tiene sus raíces en el hogar.
 
“Reúnan a sus hijos a su alrededor, enséñenles, compartan su testimonio, lean las Escrituras juntos y pasen un buen momento juntos”.
 
Isaías dijo: “Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová, y grande será la paz de tus hijos” (Isaías 54:13).

Guíen a sus hijos e hijas, dirijan sus pasos desde que sean muy pequeños, enséñenles las vías del Señor de tal manera que la paz sea la compañera de ellos a lo largo de su vida.

Si se rebelan los hijos, los padres deben seguir orando por ellos, amándolos y tendiéndoles la mano.

Reconozco que hay padres que, a pesar de haberles dado un amor incondicional y de haber hecho un esfuerzo diligente y fiel por enseñarles, ven a sus hijos crecer de manera contraria a sus enseñanzas y lloran al verlos descarriados, seguir deliberadamente un curso que les acarreará consecuencias trágicas.

Siento gran compasión hacia esas personas, y a ellas acostumbro citar las palabras de Ezequiel: “El hijo no llevará la iniquidad del padre, ni el padre llevará la iniquidad del hijo” (
Ezequiel 18:20).

De vez en cuando, pese a todo lo que intenten hacer, hay hijos rebeldes. No obstante, sigan intentándolo; no se den por vencidos jamás. Jamás habrán perdido en tanto lo intenten. Sigan intentándolo.

Si alguno de ustedes tiene un hijo o un ser querido en esa condición [de rebeldía], no se den por vencidos. Oren por ellos, ámenlos, tiéndanles la mano y ayúdenlos.


Algunas veces parecerá ser demasiado tarde… sin embargo, recuerden mi acacia [véanse las páginas (00–00) 171–172]. De una poda y del sufrimiento surgió algo hermoso, cuya vida posterior ha brindado sombra placentera al calor del día.

Fortalecemos a nuestra familia al procurar la ayuda de los cielos y al fomentar un espíritu de amor y respeto mutuos.

[Criar una familia] puede que no sea fácil y que esté colmada de desilusiones y dificultades; requerirá valor y paciencia… El amor puede marcar la diferencia: el amor que se dé generosamente en la infancia y también a lo largo de los difíciles años de la juventud. Este hará lo que el dinero que se derroche en los hijos jamás hará.

Y la paciencia, y el refrenar la lengua y el autodominio ante la ira…
Y el alentar, siendo rápidos para elogiar y lentos para criticar.

Todo eso, junto con la oración, obrará maravillas. No esperen hacerlo solos; necesitan la ayuda del cielo para criar a un hijo del cielo; es decir, a su hijo o hija, quien también es hijo o hija del Padre Celestial.

Todo niño, con unas pocas excepciones, es producto de un hogar, sea este bueno, malo o indiferente. Conforme los niños crecen a través de los años, su vida llega a ser, en gran medida, una extensión y un reflejo de las enseñanzas familiares. Si hay aspereza, maltrato, ira descontrolada, deslealtad, los frutos serán seguros y discernibles, y con toda probabilidad se repetirán en
generación siguiente. Si por otro lado hay tolerancia, perdón,
respeto, consideración, bondad, misericordia y compasión, del mismo modo los frutos serán discernibles y eternamente gratificantes; serán positivos y dulces y magníficos. Y conforme los padres tengan y enseñen misericordia, esta se repetirá en la vida y las acciones de la siguiente generación.

Me dirijo a los padres y madres de todas partes para rogarles que dejemos de lado la aspereza, que refrenemos nuestra ira, que bajemos el tono de la voz, y que nos tratemos con misericordia, amor y respeto el uno al otro en nuestro hogar.

 En la antigüedad se dijo que “la blanda respuesta quita la ira” (Proverbios 15:1). Muy raras veces nos metemos en dificultades cuando hablamos apaciblemente; es solo cuando alzamos la voz que las chispas vuelan y los granitos de arena se hacen grandes montañas de contención… La voz de los cielos es apacible y delicada (véase 1 Reyes 19:11–12); del mismo modo, la voz de la paz en el hogar es una voz suave.

Claro que dentro de la familia existe la necesidad de la disciplina; pero la disciplina severa, la disciplina cruel, lleva inevitablemente, no a la corrección, sino al resentimiento y a la amargura; no cura nada, sino que solamente agrava el problema; es contraproducente.

No existe en todo el mundo disciplina como la disciplina del amor; tiene magia propia.

Esforcémonos constantemente por fortalecer a nuestra familia. Que el esposo y la esposa cultiven un espíritu de absoluta lealtad el uno para con el otro. No dejemos de valorarnos el uno al otro, sino esforcémonos constantemente por cultivar un espíritu de amor y de respeto mutuos.

Oh, Dios, nuestro Padre Eterno, bendice a los padres para que enseñen con amor y con paciencia, y para que den aliento a quienes son lo más preciado, los niños que han venido de Ti, para que juntos sean salvaguardados y dirigidos para bien, y en el
proceso del crecimiento, traigan bendiciones al mundo del cual serán parte.