“LA LEY DE CASTIDAD”
PRINCIOS DEL EVANGELIO
Capítulo 39
1-
Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y
multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la
tierra.
2- (véase Génesis 1:28).
2- (véase Génesis 1:28).
1:28 Y los bendijo Dios,
y
les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra.
3-
La
Primera Presidencia y el Quórum de los Doce han manifestado: “Declaramos que la
forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por decreto
divino” (“La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24). Dios nos ha mandado
que las relaciones sexuales existan solamente en un matrimonio de un hombre y
una mujer. A ese mandamiento se le llama la ley de castidad.
5-
“En
primer lugar, creemos que el matrimonio entre el hombre y la mujer fue
decretado por Dios. Creemos que el matrimonio puede ser eterno mediante el
ejercicio del poder del sacerdocio sempiterno en la Casa del Señor.
“La gente
nos pregunta acerca de nuestra posición con respecto a aquellos que se
consideran “gays” y lesbianas. Mi respuesta es que los amamos como hijos e
hijas de Dios; pueden tener ciertas inclinaciones que son poderosas y que
pueden ser difíciles de dominar. La mayoría de la gente tiene inclinaciones de
una u otra clase en diferentes épocas. Si ellos no
actúan de conformidad con esas inclinaciones, entonces pueden seguir
adelante como todos los demás miembros de la Iglesia. Si violan la ley de
castidad y las normas morales de la Iglesia, entonces están sujetos a la
disciplina de la Iglesia, tal como los demás.
“Deseamos ayudar a esas personas, fortalecerlas,
auxiliarlas en sus problemas y socorrerlas en sus dificultades; pero no podemos
quedarnos sin hacer nada si se entregan a actividades inmorales, si intentan
sustentar, defender y vivir lo que llaman el matrimonio de personas del mismo
sexo. Permitir semejante cosa sería restarle importancia tanto a la sumamente
seria y sagrada base del matrimonio autorizado por Dios como al propósito mismo
de éste que es el de tener hijos” (Liahona, enero de
1999, pág. 83).
Satanás
desea que quebrantemos la ley de castidad
¿Cuáles son
algunas de las formas en que Satanás
nos tienta a quebrantar la ley de castidad?
nos tienta a quebrantar la ley de castidad?
El plan de
Satanás es el de engañar a tantos de nosotros como le sea posible con el fin de
impedirnos volver a vivir con nuestro Padre Celestial. Una de las armas más
dañinas que él puede utilizar es persuadirnos a quebrantar la ley de castidad.
Él es astuto y poderoso, y le gustaría que creyéramos que quebrantar esta ley
no es ningún pecado. Mucha gente ha sido engañada; por consiguiente, nosotros
debemos estar en guardia contra esas influencias malignas.
Satanás
ataca nuestras normas de modestia y desea que creamos que, como el cuerpo
humano es hermoso, es algo que se debe exhibir y ostentar. Nuestro Padre
Celestial desea que cubramos nuestro cuerpo de una manera decorosa para que no
alentemos pensamientos indebidos en la mente de los demás.
Satanás no solamente nos insta a que nos vistamos
inmodestamente, sino que nos alienta también a pensar en forma inmoral y a
tener pensamientos inapropiados por medio de fotografías, películas, relatos,
chistes, música y bailes que hacen pensar en actos inmorales. La ley de
castidad requiere que no sólo nuestros actos sean puros,
sino también nuestros pensamientos. El profeta Alma
enseñó que, cuando Dios nos juzgue, “…nuestros pensamientos también nos
condenarán. Y en esta terrible condición no nos atreveremos a mirar a nuestro
Dios…” (Alma 12:14).
6-
ALMA 12: 14 Porque nuestras palabras nos condenarán, sí, todas nuestras
obras nos condenarán; no nos hallaremos sin mancha, y nuestros pensamientos
también nos condenarán. Y en esta terrible condición no nos atreveremos a mirar
a nuestro Dios, sino que nos daríamos por felices si pudiéramos mandar a las
piedras y montañas que cayesen
sobre nosotros, para que nos escondiesen de su presencia.
Jesús enseñó: “Oísteis que fue dicho: No cometerás
adulterio.
7-
(Mateo
5:27–28). “Pero
yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido
adulterio con ella en su corazón”
El presidente Gordon B. Hinckley advirtió: “Viven
ustedes en un mundo de espantosas tentaciones. La pornografía con su sórdida
inmundicia azota la tierra como una horrorosa y pavorosa marejada. Es veneno.
No la vean ni la lean. Los destruirá si lo hacen. Les quitará el respeto por
ustedes mismos. Les robará la sensación de las bellezas de la vida. Los
derribará y los arrastrará al lodazal de los malos pensamientos y posiblemente
de los malos actos. Manténganse alejados de ella. Evítenla como rehuirían una
enfermedad horrorosa, puesto que es igual de mortal. Sean virtuosos de
pensamiento y de obra. Dios ha plantado en ustedes, por un propósito, un
instinto divino que fácilmente se puede socavar para fines malignos y
destructivos. Mientras son jóvenes, no salga con una sola señorita como novios.
Cuando lleguen a la edad en que piensen en casarse, entonces podrán hacerlo.
Pero ustedes, los jóvenes que están en la escuela secundaria, no deben hacerlo
ni tampoco las jóvenes” (Véase Liahona, enero de
1998, pág. 64).
A veces
Satanás nos tienta por medio de nuestras emociones; él sabe cuándo nos sentimos
solos, confundidos o deprimidos y elige esos momentos de debilidad para
tentarnos a quebrantar la ley de castidad. Nuestro Padre Celestial puede darnos
la fortaleza necesaria para pasar por esas pruebas sin sufrir daño alguno.
En las Escrituras se nos habla acerca de un joven
digno y recto llamado José, en quien su amo, Potifar, confiaba mucho. Potifar
entregó en poder de José todo lo que poseía. La esposa de Potifar codiciaba a
José en forma lujuriosa y lo incitó a que cometiera adulterio con ella; pero él
rehusó y huyó de ella. (Véase Génesis 39:1–18).
9-
Pablo
enseñó: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es
Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios
10:13). Alma recalcó que no
seremos “…tentados más de lo que podíamos] resistir” conforme nos “…humillemos]
ante el Señor, e invoquemos su santo nombre, y velemos] y oremos]
incesantemente…” (Alma
13:28).
A los
maestros: Si deseara ayuda en cuanto a los temas de la modestia y la castidad,
puede consultar el folleto intitulado Para la fortaleza de la
juventud (artículo número 36550), el cual se encuentra
disponible en los centros de distribución y en LDS.orgy que quizá
también esté disponible en la biblioteca de su centro de reuniones.
¿De qué
manera se relacionan la modestia y la castidad? ¿Cómo pueden los padres ayudar
a sus hijos a ser recatados en su forma de vestir y modestos en su modo de
hablar y de comportarse?
¿De qué
forma podemos luchar contra la propagación y la influencia de la pornografía?
¿Qué
promesas nos ha dado el Señor para ayudarnos a vencer las tentaciones de Satanás?
Quebrantar la ley de castidad es algo realmente serio
El profeta Alma se sentía sumamente apesadumbrado
porque uno de sus hijos había quebrantado la ley de castidad. Alma le dijo a su
hijo Coriantón: “¿No sabes tú, hijo mío, que estas cosas son una abominación a
los ojos del Señor; sí, más abominables que todos los pecados, salvo el
derramar sangre inocente o el negar al Espíritu Santo?” (Alma 39:5). Después del asesinato, la falta
de castidad es el pecado que le sigue en orden de gravedad.
Si un hombre
y una mujer quebrantan la ley de castidad y conciben una criatura, se pueden
ver tentados a cometer otro pecado abominable: el aborto. Muy pocas veces
existe una razón justificable para el aborto. Los líderes de la Iglesia han
dicho que algunas circunstancias excepcionales pueden justificar el aborto,
tales como cuando el embarazo sea el resultado de incesto o violación; cuando,
en la opinión de una autoridad médica competente, corra peligro la vida o la
salud de la madre; o cuando se sepa, mediante la opinión de una autoridad
médica competente, que el feto tiene serios defectos que no le permitirán vivir
después de nacer. Sin embargo, incluso estas circunstancias no justifican
automáticamente el aborto. Los que se enfrenten a dichas circunstancias deben
considerar el aborto sólo después de haber consultado a sus líderes locales de
la Iglesia y de recibir una confirmación por medio de la oración sincera.
“Cuando un
hombre y una mujer conciben una criatura fuera de los lazos del matrimonio, se
debe hacer todo el esfuerzo posible por alentarlos a que se casen. Cuando
existe la probabilidad de que el matrimonio no logrará el éxito debido a la
edad o a otras circunstancias, se debe alentar a los padres solteros a poner al
menor en adopción por medio de LDS Family Services [Servicios para la familia
SUD], para asegurar así que el bebé será sellado a padres dignos de entrar al
templo” (Carta de la Primera Presidencia, 26 de junio de 2002, y 19 de julio de
2002).
Para nuestro
Padre Celestial es sumamente importante que sus hijos obedezcan la ley de
castidad. Los miembros de la Iglesia que quebranten esa ley o que influyan en
otros para que lo hagan estarán sujetos a la disciplina de la Iglesia.
Quienes quebrantan la ley de castidad pueden obtener el perdón
Quienes hayan quebrantado la ley de castidad pueden
encontrar la paz. El Señor nos dice: “Pero el malvado, si se aparta de todos
los pecados que cometió, y guarda todos mis estatutos… Ninguna de las
transgresiones que cometió le será recordada” (Ezequiel 18:21–22). La paz
sólo se puede lograr por medio del perdón.
El presidente Kimball dijo: “Para todo perdón hay una
condición… El ayuno, las oraciones, la humildad deben ser iguales o mayores que
el pecado. Debe haber un corazón quebrantado y un espíritu contrito… Debe haber
lágrimas y un cambio sincero de corazón. Debe haber convicción del pecado,
abandono de la maldad, confesión del error a las autoridades del Señor
debidamente constituidas” (El Milagro del Perdón,
2000, pág. 361).
Para muchas personas, la confesión es la parte más
difícil del arrepentimiento. Debemos confesar nuestro pecado no solamente al Señor
sino también a la persona a la cual hayamos ofendido, como por ejemplo nuestro
cónyuge, y a la autoridad correspondiente del sacerdocio. El líder del
sacerdocio (el obispo o el presidente de estaca) juzgará nuestra condición de
miembro dentro de la Iglesia. El Señor dijo a Alma: “…al que transgrediere
contra mí… si confiesa sus pecados ante ti y mí, y se arrepiente con sinceridad
de corazón, a éste has de perdonar, y yo lo perdonaré también” (Mosíah 26:29).
Sin embargo, el presidente Kimball advirtió: “…aunque
el perdón se promete tan abundantemente, no hay promesa ni indicación de perdón
para ningún alma que no se arrepienta completamente… Difícilmente podemos
emplear demasiada vehemencia para recordar a las personas que no pueden pecar y
ser perdonadas, y entonces pecar una y otra vez y esperar que se repita el
perdón” (El Milagro del Perdón, págs. 361, 368). A quienes
reciben perdón por un pecado, y vuelven a reincidir en él, se les considerará
responsables por los pecados cometidos anteriormente (véase D. y C. 82:7; Éter 2:15).
Quienes obedecen la ley de castidad reciben grandes bendiciones
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¿Qué
bendiciones recibimos cuando cumplimos con la ley de castidad?
Cuando
obedecemos la ley de castidad, podemos vivir sin culpabilidad ni vergüenza.
Nuestra vida y la vida de nuestros hijos se ve bendecida cuando nos conservamos
puros y sin mancha ante el Señor. Los hijos pueden observar nuestro ejemplo y
seguir nuestros pasos.
Pasajes adicionales de las
Escrituras
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Tito 2:4–12 (instrucciones
acerca de la castidad).
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Apocalipsis 14:4–5 (las
bendiciones que se reciben por la obediencia a la ley de castidad).
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Proverbios 31:10 (se
alaba la virtud).
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Alma 39:9 (no debemos dejarnos llevar
por las concupiscencias de nuestros ojos).
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•
D. y C. 121:45 (deja
que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente).
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Alma 42:16 (el
arrepentimiento no puede llegar sin un castigo).
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•
Alma 42:30 (no
debemos excusarnos a causa de nuestros pecados).
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•
D. y C. 58:42–43 (los
que se arrepientan confiesan y abandonan sus pecados).
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